Segunda entrega de la saga a cargo de Reginald Hudlin y Ken Lashley.
T´Challa se encuentra al borde de la muerte, tras los encuentros con Namor y Dr. Doom.
La nación de Wakanda tiene que reaccionar, y la cúpula del poder, compuesta por la madre del rey, su esposa y los consejeros legales saben que siempre ha habido una Pantera Negra que defienda a su pueblo.
Es la hora de las decisiones.
Y la decisión la toma Ororo.
En contra de lo que S’Yan pensaba, la reina no va a sustituir a su marido. La reina sabe que hay una persona que se ha estado preparando desde siempre para el puesto, y es Shuri.
Shuri se queda perpleja con la decisión, y le agradece a Ororo su confianza, pero la Reina le contesta: «no me agradezcas, hermana, y más importante… no falles». Shuri se prepara para conocer al dios pantera.
En un flashback vemos la terrible lucha que las Dora Milaje desencadenan en contra de Doom por defender la vida de su rey, y como el ataque del villano tiene éxito, a pesar de sufrir terribles pérdidas a manos de las Dora, una de las cuales no duda en sacrificarse para abrir una vía de escape a su hermana y su rey.
Mientras, en Wakanda, la Reina madre manifiesta sus dudas a Ororo de que Shuri esté preparada para tal dignidad. Una vez zanjada la cuestión, y a solas, la misma reina madre le dice a Ororo que hay un camino para salvar al rey, pero que es tan peligroso que no quería comentarlo delante de nadie.
De ahí, cambiamos el plano a otro rincón de África, a una tribu que siente como el totem de la Pantera ha perdido fuerza, y deciden que es la hora de despertar al león.
Está claro que se avecinan tiempos interesantes, en los que veremos un panteón de totems y religiones luchar entre sí por el estatus y el control de las tribus africanas. La leyenda de la Pantera se agranda.
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