En la década de los noventa, los jóvenes dibujantes que habían centuplicado las ventas de cómics con sus grandes armas y sus chicas de piernas interminables, decidieron que ya era hora de quedarse con todo el pastel económico que habían movido y no con las migajas que les daban las editoriales.
De esta forma, los Jim Lee, Mark Silvestri y Todd MacFarlane montaron sus propios sellos y comenzaron a potenciar sus creaciones. Spawn, Wildcats o Witchblade aparecieron en el mercado, y arrastraron a un buen número de fans ávidos de chicas imposibles y héroes destructivos.
Uno de estos autores independizados, Rob Liefeld, quiso rehacer el mito de Superman, y creó a Supreme.
Supreme no era sino un plagio (¿o era un homenaje?) al Hombre de Acero. Sus poderes, su personalidad y hasta sus secundarios eran facsimiles de la colección emblema de DC. Y aunque el «enfant terrible» era garantía suficiente para mantener ventas que justificasen la serie, los argumentos eran pobres y adolecían de originalidad y frescura.
Y es que de Superman ya estaba todo dicho y hecho…
¿O no?
Viendo que la cosa no arrancaba (tendría que haber pensado que presisamente Superman no suele ser un número uno en ventas), decidió dar un giro a la historia y quemar las naves. Y se puso en contacto con Alan Moore.
Este intrépido guionista anglosajón contestó que sólo realizaría a serie si tenía plenos poderes para hacer lo que quisiese con el personaje, y Liefeld le dió carta blanca.
Moore desembarca en la serie en el número 41 de la serie regular, y en DOS NÚMEROS consigue realizar una revisión del mito de Superman que deja en pañales húmedos todas las CRISIS que en DC crearon para arreglar lo inarreglable.
De entrada, nos encontramos con un Supreme que vuelve de una larga estancia en el espacio, con parte de su memoria alterada y percibiendo cambios extraños en la Tierra.
Resulta que se encuentra con contrapartidas suyas de distinta índole que lo llevan a LA SUPREMACÍA, un lugar al que van a parar todas las versiones de Supreme cada vez que ocurre en el universo una REVISIÓN.
De un plumazo (si de Superman se tratase) Moore unifica en un sólo universo TODAS LAS VERSIONES DE SUPERMAN DERIVADAS DEL MITO ORIGINAL: El Superman que no vuela pero da saltos increíbles, Superratón, Superman de historias paralelas… Hay datos tan curiosos en la lectura tales como que el primer Supreme «revisado» llega a la Supremacía en la revisión de 1940 (tras ese año saldría publicado el Superman #1 donde ya el héroe rojiazul volaba por primera vez).
Todo es una invención perfecta para que todas las versiones y todos los orígenes (alterados durante más de 70 años de historia) puedan convivir sin que se tenga que recurrir a anular continuidades anteriores, debido a las propias revisiones del Universo.
Además, Moore utiliza en todos los números el recurso de la doble narración con estilos gráficos distintos, en los que engarza historias de los cincuenta (portadas y argumentos) con la más pura actualidad del personaje. Cada detalle está pensado al milímetro para reubicar toda la continuidad del Universo DC en homenajes tan poco velados, que nos da la sensación de estar leyendo los cómics de aquellos años.
Para completar esta «Ultimate Revision» del mito Superman, Supreme vuelve a la Tierra sabiendo que su historia no está escrita (sus recuerdos van aflorando a medida que va tomando contacto con los secundarios de la serie), pero que es perfectamente compatible con todos los orígenes e historias pasadas.
Si este relato hubiese sido utilizado en DC en los 80, todas las incongruencias e incompatibilidades de los universos destruidos en las crisis hubiesen sido absorbidas y redirigidas a nuevos lectores, que podían empatizar con las historias originales sin que éstas perdiesen frescura o importancia, y sin crear la barrera psicológica que marcan las distintas edades del cómic y sus lectores.
La gran habilidad del inglés hace que puedas leer el mito de Superman sin que Superman esté presente como personaje. Todas las referencias al resto del Universo DC quedan perfectamente cuadradas con la historia narrada, interactuando con la ALIANZA DE LOS SUPERHOMBRES DE AMERICA (JUSTICE SOCIETY OF AMERICA), los ALIADOS (JUSTICE LEAGUE OF AMERICA) o la LIGA DEL INFINITO (LEGIÓN DE LOS SUPERHÉROES).
Todo el Universo DC perfectamente engranado y engrasado para poder funcionar y asimilar todas las ediciones de aventuras desde 1938.
Además, en cada número de esta etapa de Supreme descubrimos las distintas versiones de todos los personajes que componen la familia de secundarios de Superman, desde Lana Lang (Judy Jordan), Lois Lane (Diana Dane), Lex Luthor (Darius Dax), Krypto (Radar), Wonder Woman (Glory) o Supergirl (Suprema), acompañados por portadas que emulan las historias más relevantes del universo DC, desde el primer encuentro entre la JSA y la JLA (imagen anterior) hasta portadas de las aventuras de las series de Lois o Jimmy.
Dieciseis números deliciosos, intrigantes, melancólicos, nostálgicos, vibrantes, que regalan una gran historia al nuevo lector, pero que comparte una gran complicidad con la memoria histórica de los lectores veteranos.
Estos 16 números continuaban en una nueva serie denominada «SUPREME: EL RETORNO», donde se seguía trabajando en una enorme historia unitaria que engarzaba con los primeros números de Moore en la colección. En este «retorno», Moore empieza a cerrar tramas abiertas sobre los insistentes mensajes de la muerte de Darius Dax, para crear un lugar al que acuden las revisiones de ese personaje (como la Supremacía a Supreme).
Debido a la pésima gestión económica de la editorial de Liefeld, la empresa quebró y la historia quedó inconclusa, quedándonos con las ganas de saber como hubiese sido ese último enfrentamiento entre los archienemigos, pero, a pesar de ello, es una lectura imprescindible para cualquier aficionado al género superheróico. Ahora acaban de publicarse dos tomos de bolsillo con todos estos números.
De todas formas, siempre nos quedará ese saborcillo amargo en el paladar de la mente al no comprender como no llamaron a Moore antes de cualquier crisis en DC.
Un par de correcciones:
– El Supreme de Liefeld tenía poco del Superman original, simplemente era un personaje muy fuerte que volaba, llevaba capa y… estaba loco y era agresivo. Es decir, un «Superman noventero». Si te buscas estos cómic te vas a echar a llorar porque encima resulta que se vendían muy bien.
– La colección no cerró por problemas econónimicos, sino porque Moore y Veicht dejaron la colección. Rob Liefeld le robó las páginas originales a Rick Veicht, y los dos autores decidieron que todo acabaría ahí si no se las devolvían.
Nada más. Me encanta que te hayan gustado estas historias de Supreme, hay millones de cosas de las que se podrían hablar sobre estos números: la muerte del género de superhéroes en los 50, la filosofía del espacio-idea, las revisiones/modas dentro del género, el amor en los cómics de superhéroes… Jack Kirby, Grant Morrison (hay que ver cómo se ríe del guionista de cómics fractal 😛 )… Lo dicho, una gozada. Divertido, denso, profundo, entretenido…
Pues habrá que decírselo a la persona que ha escrito la información EN EL PROPIO VOLUMEN DEL RETORNO puesto a la venta el mes pasado, ya que de ahí sale el dato. Gracias por tu aporte y tu aclaración. Paso a reflejarla en el artículo. Un saludo y vuelve cuando quieras.
En cuanto a tu primera aclaración, estoy de acuerdo, pero mi artículo tan sólo se refiere a la etapa de Moore. Aunque es innegable que Liefeld quiso «homenajear» al kriptoniano (o, cuando menos, se inspiró en él) cuando creó a Supreme.